Visita al Real Alcázar de Sevilla

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Uno de los Palacios en uso más antiguos del mundo.

Visita imprescindible pues fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.

Duración de la ruta

  • La duración aproximada para esta ruta turística, es de XXXX horas. Se incluye la recogida en el punto deseado y la vuelta al destino.

Espera de cortesía

  • El chófer asignado tendrá una espera de cortesía en la entrada del Alcázar de 1 hora, para que usted pueda visitar su interior sin prisas.

Servicios Extra

  • Botella de agua "Solán de Cabras"
  • Caramelos
  • Chófer uniformado con traje oscuro y corbata negra


El conjunto del Real Alcázar de Sevilla tiene su origen en la evolución que la antigua Hispalis romana, la Spali de tiempo de los godos, experimentó durante la Alta Edad Media. Y más concretamente a comienzos del siglo X.

Al palacio de gobierno omeya del siglo X se añadiría posteriormente el Alcázar Nuevo de los abbadíes, los gobernantes de Sevilla y su entorno durante el siglo X. Este Palacio de al-Mubarak, el Bendito, fue ya el centro de la vida oficial y literaria de la ciudad, con los poetas, como el soberano al-Mutamid, que sentaron las bases de otras actividades humanas, y sus leyendas que forman hoy parte de la historia de Sevilla. Posteriormente los almorávides cerrarían el espacio de gobierno extendiéndolo hasta el Guadalquivir. Los almohades, en el siglo XII, completarían las obras de época árabe con otras edificaciones de las que todavía nos quedan restos que constituyen una muestra única en el mundo. La Casa de la Contratación por ejemplo.

La conquista castellana del territorio en 1248-49 dotó al Real Alcázar de la condición que permanece hasta nuestros días: sede de la Corona y ámbito del poder municipal de la ciudad.

A este marco arquitectónico tienen que añadirse los elementos que dan vida al Real Alcázar de Sevilla en cada momento: los nuevos usos de los espacios, los jardines, el agua que aparece por todos los rincones, en una especie de compensación al Guadalquivir al que se le fue quitando el espacio. Y los colectivos y personas que le dieron vida a edificios y construcciones en cada momento y que poblaron el aire que todavía sigue fluyendo desde la Puerta del León a la de la Alcoba, sobre el arroyo Tagarete, oculto hoy en el paisaje que vio nacer el actual Real Alcázar hace once siglos.

Desde comienzos de la Edad Moderna, la constante vinculación del Alcázar sevillano con la corona de España se constata en continuas transformaciones del edificio que intentaron acomodar su interior al gusto de los nuevos tiempos. Así, se reformó el piso alto del Patio de las Doncellas, que adquirió una fisonomía renacentista de gusto italiano. También se renovaron sus yeserías y se modificaron los arcos de la galería inferior. Igualmente, se construyeron a lo largo del siglo XVI espléndidos artesonados que aún mantenían la estética mudéjar y que no traicionan al primigenio espíritu del edificio; entre estos artesonados destacan especialmente el que cubre el amplio espacio del Salón de Embajadores.

Otros recintos del Alcázar tuvieron peor suerte, como el desdichado proceso de transformación del delicioso Patio de las Muñecas, que se encuentra muy modificado por restauraciones del siglo XIX que hicieron desaparecer su primitivo encanto. No obstante, se conservaron las columnas y capiteles antiguos, que mantienen parte de la original impronta de dicho patio.

Magníficas aportaciones renacentistas enriquecieron el acervo artístico del Alcázar sevillano, como el admirable altar de azulejos realizado en 1504 por Francisco Niculoso Pisano y que se encuentra en el oratorio de los Reyes Católicos o el retablo pictórico que se conserva en el Cuarto del Almirante, dedicado a la Virgen de los Navegantes. Este retablo procede de la Casa de Contratación y fue realizado por Alejo Fernández en 1536.

El esplendor renacentista brilla también en los llamados Salones de Carlos V, que están precedidos por una monumental entrada realizado por el arquitecto van der Borch después del terremoto que sufrió Sevilla en 1755. En este pórtico se refleja ya el gusto clasicista que sucedió a la estética barroca a partir de mediados del siglo XVIII. En los salones interiores se guardan magníficas colecciones de tapices que narran la conquista de Túnez por Carlos V y que fueron realizadas en el siglo XVIII siguiendo el gusto flamenco. Estos tapices se acomodan perfectamente sobre excelentes zócalos de azulejos realizados por Cristóbal de Augusta a mediados del siglo XVI.

Los monarcas Borbones, en el siglo XIX, dejaron también una fuerte impronta en el Alcázar acomodando espacios en la planta alta del edificio, donde antiguas estancias fueron reformadas y realzadas por decoraciones decimonónicas con tapices, lámparas de cristal de la Granja, relojes, muebles y una notable colección de pinturas.

Finalmente, hay que señalar la importante transformación de los jardines a partir del renacimiento con la creación de nuevas fuentes y estanques, pabellones, portadas y galerías. Los parterres han sido permanentemente remodelados y, hasta mediados del siglo XIX, mejorados con importantes innovaciones que hacen de este ambiente ajardinado uno de los espacios más hermosos y bellos de España.

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